En este trabajo examino tres formas en que las universidades canadienses y norteamericanas enseñan a escribir, como contenido transversal a todas las materias. Mi corpus de análisis son una treintena de instituciones que se ocupan de integrar, de diversos modos, la enseñanza de la producción escrita en las distintas cátedras. Estas propuestas se han consolidado a partir del movimiento Escribir a Través del Curriculum, de la Pedagogía de Proceso y del Enfoque de Géneros Textuales, para los que la educación superior debe alfabetizar académicamente, ayudando a abordar las convenciones de los textos de cada dominio y a sacar partido de la función epistémica de la escritura, entendida como reescritura.
Analizaré el sistema de Tutores de escritura, el de Compañeros de escritura en las materias y el de Materias de escritura intensiva:
♦ En el primer sistema, se capacita a estudiantes avanzados, que ejercen como tutores en un Centro de Escritura, abierto a las consultas de los alumnos. Los tutores funcionan como lectores críticos de los borradores que elaboran los estudiantes.
♦ Los compañeros de escritura llevan a cabo una similar tarea, pero asignados a las cátedras que deciden incluir en sus programas una instancia necesaria de revisión a fondo de los textos que producen los alumnos.
♦ En el tercer sistema, se profundizan aun más los cambios curriculares, ya que las materias de escritura intensiva son la adaptación de asignaturas existentes no específicamente destinadas a enseñar a escribir pero que incorporan un componente redaccional y, por tanto, modifican sus objetivos, metodologías y formas de evaluación para hacer lugar a la enseñanza de la escritura, conjuntamente con la transmisión de sus contenidos disciplinares.
Aunque estos tres sistemas difieren en la metodología organizativa empleada, comparten la intención de favorecer el tratamiento conjunto de pensamiento y lenguaje escrito. Orientan hacia los géneros empleados por cada comunidad discursiva y brindan retroalimentación para que los alumnos aprendan a revisar la sustancia de sus textos. Concuerdan en que es preciso ofrecer un lector antes de que los alumnos sometan sus textos a un evaluador, ya que de este modo podrán disponer de comentarios que les ayuden a reescribir sus borradores, para mejorarlos, crecer como escritores y volver a pensar los contenidos sobre los que escriben.
Al final, plantearé la discusión acerca de qué utilidad presentan estos modelos para las universidades locales, que cuentan con escasos recursos pero que no debieran despreocuparse por ayudar a sus alumnos a ingresar en las culturas escritas de las disciplinas y profesiones, ya que en eso consiste una de sus funciones capitales.